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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

jueves, 24 de abril de 2014

¿Por qué veo espíritus?

Sombras, escalofrios, frio en la espalda, pesadillas, premoniciones de sucesos negativos, cambios de humor repentinos, no poder dormir con la luz apagada, etc. son cosas que nos suceden porque estamos conectados a la oscuridad. Nuestra energía puede vibrar en positivo y en ese caso estamos conectados a la dimensión luminosa o por el contrario vibrar en negativo estando conectados a la dimensión oscura.
Simplificando si estamos en la luz nuestra vida estará llena de energía positiva, lo más parecido al bienestar y si estamos en la oscuridad, no sólo sufriremos los malestares descritos al principio, si no que nuestra vida será un continuo valle de lagrimas. ¿De que depende que sea de una manera o de otra? DE NOSOSTROS, unicamente de nosostros, de que tengamos el valor de aceptar lo que nos sucede, de aceptar los problemas y conflictos personales que tenemos y de poner en práctica los consejos recibidos en forma de ejercicios de luz y nuestra intención en conocernos mejor y desembarazarnos del sometimiento a nuestra personalidad traumática.
Ver espíritus, tener experiencias esotéricas no es un juego, ni una aventura, ni un sacrificio que hacemos para ayudar a otros, es una etapa en nuestro desarrollo personal, y más importante que todo eso que pertenece al mundo de la forma, es el fondo que está en nuestro interior y sólo podremos encontrar a través de la espiritualidad, por muchos espíritus que podamos ayudar o muchos viajes astrales que hagamos.













300.000 visitas. Gracias



Lentamente, pero de forma inexorable, el blog se aproxima a su sexto aniversario y a sus trescientas mil visitas acumuladas.
Diferentes épocas de mi vida se ven reflejadas en él, pero una única intención, la de transmitir mis experiencias, mis sentimientos y mis reflexiones sobre la vida, por si a alguien pueden resultarles de interés. Parece que ha sido así, por lo menos para algunas miles de personas.
Cambios en mi vida, mi desarrollo espiritual, mi profesionalización como terapeuta y sanador, mi etapa, ya finalizada, de trabajo esotérico, mi germinación como escritor, etc. se han visto reflejadas en esta ventana al mundo de internet. Más de 500 entradas dan fe de ello.
Ahora mismo mi camino vital me lleva a centrarme en la espiritualidad genuina, como algunos habréis descubierto por el tono de mis entradas más recientes. No se trata de renegar de nada sino de superar una etapa, la del esoterismo, el mundo del más allá, la de llevar la luz a tanta oscuridad que nos rodea y disipar la niebla de confusión que existe sobre todo lo esotérico.
No es mi intención dejar nada de lado, pero una vez revelados los aspectos más importantes de todo lo existente más allá de la realidad consensuada, siento como fundamental en mi andadura centrarme en la vida, en nuestra vida. En llenar mi vida de amor y de sentido y transmitir a otros la posibilidad de experimentar el amor y la plenitud en nuestras vidas.
Sin dejar nada atrás, es decir, exprimiendo al máximo todo mi bagaje experiencial de estos años, paso a dar especial peso en mi vida a la contemplación y a la compasión, únicas vías posibles para nuestro despertar a nuestra auténtica naturaleza de seres divinos dotados de cuerpo, mente y espíritu.
En el fondo de una ciénaga infecta unas raicillas pertenecientes a una planta acuática obtiene su alimento para producir una hermosa y grande flor blanca, la flor de loto, que a pesar de buscar su alimento en la más profunda oscuridad sólo puede florecer al calor del sol.
Nosotros podemos florecer del mismo modo esparciendo nuestro aroma sin importarnos quien lo recibe.













A vueltas con la dualidad



En insospechados rincones de la mente mora el señor del bien y del mal.
Beatífica maldad, maléfica bondad, conexión a la fuente primigenia creadora de luz y oscuridad.
La locura me muestra el camino de la verdad, la cordura navega en el mar de la falsedad.
Creencias y patrones de voluntad, mezquinos mercaderes en el templo de la humanidad.
La paz florece bajo las estrellas del ocaso, el Sol ilumina el alba de una noche sin oscuridad.
Tu sexo húmedo y cálido me habla de ternura y humanidad.
Mi cuerpo responde, mi mente confirma y mi espíritu insufla mi alma sin dualidad.












domingo, 20 de abril de 2014

Ella. Un cuento real



Ella al abrir su maleta descubrió que no había nada. Era imposible, si ella misma la llenó hasta los topes, con el trabajo que le había costado cerrarla. Seguro que en el aeropuerto se equivocó al cogerla y se llevó la maleta de otro viajero, pensó ella; pero al mirar el lateral vio que su nombre figuraba en la maleta.
¿Podría ser tanta causalidad que alguien llamada igual tuviera una maleta igual y cogiera su mismo vuelo? No podía ser. ¡Pero ella llenó su maleta¡.
Sin pensarlo la volvió a cerrar con llave y la abrió lentamente. Fue inútil, seguía completamente vacía, miró de nuevo la etiqueta, aparecía su nombre y su dirección. Se dijo a sí misma que seguramente alguien abrió la maleta buscando algo de valor y la cerró vacía. ¡Qué fastidio¡ Menos mal que el móvil y el ebook los llevaba en el bolso, y la cartera con el dinero y las tarjetas; tendría que ir de compras.
Ella salió del hotel y observó las calles tenuamente iluminadas de la ciudad, atardecía y las farolas estaban encendiéndose. Le llamó la atención un escaparate y entró, necesitaba ropa de abrigo pues las noches en esa ciudad eran frías. Para su sorpresa apenas había ropa de abrigo y la dependienta llevaba una camiseta de mangas cortas, sería la calefacción, se dijo; en invierno en esa ciudad solía hacer mucho frio.
No había ropa de invierno, toda era de verano. Al salir de nuevo a la calle notó, por primera vez, el sofoco de una noche de verano, no se había dado cuenta antes ensimismada en sus pensamientos sobre la maleta vacía. ¿Se habría equivocado de vuelo?
Preguntó a un chico el nombre de la ciudad, era su destino, mañana tenía una entrevista de trabajo. Era un trámite, el trabajo era para ella y lo necesitaba para dejarlo todo atrás, necesitaba una nueva vida; pero si no encontraba ropa adecuada perdería su oportunidad, maldita maleta.
Un mendigo la abordó por la calle, ella le dijo que no pero el insistía en ayudarle, a lo que ella replicó que no necesitaba ayuda. El mendigo sonrió y le dijo, señalándole el cielo: “Ves que no cae la noche.”
Por un momento observó a su alrededor que ni la luz del día menguaba ni las farolas se encendían del todo, le recordó esos lugares del polo norte donde en verano no anochecía. Pero estaban en invierno y esa ciudad no estaba tan al norte.
Confundida miró a su alrededor sin encontrar al mendigo.
Tuvo hambre y entró en un lugar de comida rápida, al pagar su tarjeta no era válida, ¿cómo era posible? se dijo. Otro contratiempo, mañana tendría que ir a su banco que por suerte tenía sucursal en la ciudad. Pagó con el efectivo que tenía y cuando estaba comiendo el mendigo apareció y se sentó a su lado.
El mendigo le dijo que tenía hambre a lo que ella respondió que a ella que. El mendigo sonrió y se quedó mirándola mientras comía. Al final ella le dio las patatas, total no le gustaban esas patatas prefabricadas.
El mendigo cuando se terminó las patatas, cogió el postre y se lo comió sin pedírselo, mientras lo hacía le dijo que si quería empezar de nuevo esa era su oportunidad.
Ella lo miró extrañada, ¿cómo sabía ese tipo apestoso eso? Pensó.
“¿Quieres empezar una nueva vida?” le preguntó el mendigo.
Ella asintió con la cabeza, el mendigo la cogió de la mano y la sacó del local, ella tenía miedo. Pronto estuvieron frente a un callejón oscuro, se paró, el mendigo tiró de ella. “Vamos no tengas miedo”, le dijo el mendigo introduciéndola en el estrecho callejón. Sintió unos brazos abrazándola y unos labios bastos y resecos contra los suyos. Al instante la invadió la soledad y la desdicha, brotando unas lágrimas de las comisuras de sus ojos. Sus labios se abrieron a esa boca y un sabor acido a vino barato y tabaco la inundó. Tras un siglo abrió los ojos y ya la mayoría del pasaje había abandonado el avión.
Pasó de largo por la cinta de equipajes y arrojó su móvil y sus tarjetas en una papelera. Al salir del aeropuerto hacía frio y el cielo estaba cubierto de oscuras nubes, como era típico en esa ciudad en esa época del año. Miró cuanto efectivo le quedaba y llamó un taxi para ir a su nuevo trabajo. La entrevista era mañana pero mejor empezaría hoy, aunque igual no les gustaba que pidiera un anticipo el primer día de trabajo. Si no les gustaba peor para ellos que se la perderían. En eso pensaba al entrar en el taxi y sentarse, cuando el taxista se volvió para preguntarle el destino, su cara desaliñada era la del mendigo…









viernes, 18 de abril de 2014

Las flores silvestres



Había unas niñas jugando en un prado y se divertían arrancando florecillas pues era primavera. ¡Linda primavera que llena los campos del alborozo de las flores silvestres!
Arrancaban tantas que ya no les cabían en sus manos, pero ellas no se preocupaban pues siempre había una florecilla nueva por cortar. Tras el grupo de niñas quedaba un rastro de flores arrancadas, condenadas a una prematura marchitación.
Llegó la noche y se cerraron todos los capullos del prado; esa noche que era de luna creciente, apenas se distinguía un hilillo de luz curvando a la luna, se produjo un fenómeno extraordinario. La flor más inteligente del campo, la amapola, si, no me miréis con cara de extrañeza, hay flores más listas que otras que aun siendo bellas aprovechan la ostentación de otras para sobrevivir más tiempo florecidas. De todas es sabido que breve es la vida de una rosa, por ejemplo, capullo de rosa que va a abrirse capullo que se corta.
Como os iba diciendo una de las listillas del campo, la amapola, se abrió de noche y se puso a despertar a sus vecinas, a su vez estas despertaron al resto de florecillas y pronto el prado se convirtió en una orquesta de quejas y un coro de lamentos.
Pero, ¿por qué se quejaban las flores?
Al parecer se quejaban del efecto devastador de la temible pandilla de inocentes niñas que arrasaban con el esfuerzo de las plantas poniendo en peligro la supervivencia de algunas especies. Pues al arrancar todas sus flores no podían producir semillas para reproducirse.
La amapola que era la más lista, como ya os he dicho, ya al despertar a las otras flores tenía un plan previsto; la mayoría de las flores se encerraron de nuevo en su capullo, horrorizadas ante la idea de la amapola. Sólo algunas más indómitas escucharon su propuesta: ¡Quería hacer una huelga de flores!
Claro que sí, no penséis lo contrario, las plantas y los animales también pueden hacer huelga.
La idea se extendió por todo el prado y casi todas las flores estuvieron de acuerdo a pesar de su sorpresa inicial. ¿Pero en que consiste una huelga de flores? Ahora lo veremos.
Salió el sol naciendo un nuevo día y algo raro sucedía en el campo. Cuando llegó el mediodía las niñas se acercaron risueñas al prado esperando recolectar su botín diario. Pronto se quedaron pasmadas con todas sus lindas boquitas abiertas. La mayoría de las flores estaban cerradas y sólo unas pocas se habían atrevido a abrirse, ni que decir tiene que estas sucumbieron al instante en manos de las angelitas. Las niñas no salían del asombro pero rápidamente se olvidaron poniéndose a jugar al corre que te pillo.
Esa noche una de las niñas soñó que las flores no se abrían porque tenían miedo de que las cogieran. Por la mañana se lo contó a sus amigas pero estas no le hicieron mucho caso y se dirigieron al prado pues seguro que estaría de nuevo lleno de flores. Para su sorpresa no había ninguna abierta. Todas miraron con cara de asombro a la niña del sueño y volvieron a sus casas en silencio.
Esa noche la niña soñó con un prado en el que no había flores pues todas estaban tiradas por el suelo. Justo al despertarse se le ocurrió una idea, si justo en ese momento en que no sabes si todavía duermes o ya te has despertado.
Le insistió a sus amigas en que sólo debían coger unas pocas florecillas para no perjudicarlas y que así hubiera flores todas las primaveras, por supuesto no coger las raras y escasas. Al llegar al prado ese día, se habían abierto algunas flores pues no podían aguantar más tiempo cerradas y se iban a estropear. Las niñas decidieron mirarlas y no coger ninguna.
Cada día se iban abriendo más flores y las niñas siguiendo el consejo de la soñadora solo cogían unas pocas hasta que todas las flores perdieron el miedo a abrirse. Las niñas y las flores hicieron las paces asegurando así eternas primaveras floridas en el prado.